Foto: amo del castillo
Por
Jabond
John
Kingsday y Karl Hodson eran dos jóvenes empresarios que al mismo tiempo abrieron
sus empresas de galletitas en la zona de Barracas. Si bien la crisis del 30
casi los deja en la ruina, el paulatino crecimiento de Buenos Aires les permitió
recuperar ganancias y poco a poco amasar una pequeña fortuna.
Por
su parte, quizás por su espíritu competitivo y salvaje en especial a sus
trabajadores, John comenzó rápidamente a incrementar su riqueza y a través de
dudosos acuerdos, alguna que otra estafa y vínculos con sectores de poder se
hizo a los pocos años en un gran multimillonario que se incorporaba al Jockey
Club y ostentaba su riqueza buscando hacerse miembro de la oligarquía
local. Mientras que Karl siguió con su fábrica, con una riqueza sobria,
observando día a día como John incrementaba su fortuna. En esta vorágine, algo
que John disfrutaba era, una vez por mes, pasar con su limousine haciendo gala
de sus fortunas, incluso llamando a la prensa local, y recorrer su empresa indicando
sus comienzos como emprendedor mofándose ante la mirada de su viejo competidor.
Sin
embargo, un día allá casi fines de los años 40 mientras se encontraba en un cóctel
de millonarios en el Pale de Glace quedó con la boca abierta al ver que su
antiguo competidor se encontraba entre los invitados. No podía entender como
ese alfeñique había amancilladlo una fortuna cercana a la suya y sin, él, darse
cuenta.
A partir de esa noche, comenzó un eterno desvelo pensando en ¿cómo se hizo rico? ¿De dónde sacó el dinero ese mugroso? No podía dejar de pensar en ello. Incluso tenia discusiones, que por lo general terminaban violentamente, con su mujer. Cuando ella le reprochaba en el porqué del enojo si era mucho más rico que su ex -competidor incluso vendiendo la empresa de alimentos, que no estaba pasando por un buen momento, eso no impactaría prácticamente en su fortuna.
No había otro motivo más que malicia, el no
soportar a su competidor triunfar o en todo caso ver que su voluntad no se hacía
era lo que motivaba sus pesadillas.
La
obsesión en torno a la fortuna de Karl llevó a John a distintos pensamientos
intrusivos, quizás había entrado en alguna de esas sociedades secretas en sus
viajes a Londres o Nueva York y por eso ahora era un multimillonario ¿cual era
el motivo? O más bien cómo sacárselo de encima. Fue así que tal vez su gusto por
la antropología, el esoterismo y las ciencias ocultas lo fue llevando a un
lugar enloquecedor.
Una
mañana, que fue a visitar su fábrica en Barracas, quizás atraído por alguna
fuerza extraña vio que entre sus empleados había varios con rasgos africanos,
entre ellos, una mujer con un amuleto particular que juró que lo había visto en
otro lugar.
Por
la tarde cuando llego a su casa se internó en la biblioteca buscando aquel
objeto hasta que finalmente lo encontró. El colgante se trataba de un amuleto
que pertenecía a un boko, un hechicero
zulú: una tribu sudafricana que decían que tenían conocimientos sobre la magia
negra dentro de los que se encontraban los llamados muñecos vudú y otros
hechizos mas poderosos que incluso podían revivir a los muertos.
Al
día siguiente, se dirigió bien temprano a la fábrica y mando a llamar a la
empleada, la cual asustada por miedo a perder el trabajo acudió rápidamente.
Allí,
John, a modo de interrogatorio le pregunto sobre ese amuleto y su pasado. La mujer,
temerosa y desconfiada, le dijo que ese amuleto en realidad era un regalo de su
abuela quien vivía en un conventillo a unas pocas cuadras de su casa y que se
la conocía más que nada por hacer hechizos para la fortuna, amor o curar el mal
de ojo pero que para ella eran más que supersticiones que corrían en el barrio
y alguna forma de obtener algún dinero.
Sin
dudarlo, el patrón se dirigió a la casa de la anciana. La misma, se encontraba
en una barriada obrera con empedrados, las fábricas de fondo y a lo lejos el
puerto. En las calles se veían a los habitantes de diversa índole desde
polacos, españoles, italianos, correntinos y sobre todo muchos negros tomando
mate o jugando al truco o al chinchón para pasar el tiempo.
Luego
de recorrer unos cuantos metros, la calle quedo vacía y, cerca de la esquina,
se veía un conventillo deteriorado que parecía vacío, aunque el correr de unos niños
que salían del lugar mostraban que existía vida en él. Allí era donde vivía la
anciana.
La
limousine se detuvo en la puerta y, con una custodia de cuatro hombres, John se
bajó en la puerta para ingresar en el lúgubre conventillo. Al ingresar, lo
recibió el dueño, quien les dijo que esa señora hace años que vivía en el lugar
y si bien no le agradaban mucho las visitas, la verdad es que era una inquilina
que nunca se atrasaba en la renta, que no molestaba pero que, si bien no creía
en esos rumores de magia negra, le daba cierto temor la posibilidad de
que incurriera en algún hechizo. Así que no veía motivo para molestarla.
John
camino por el pasillo y tras atravesar un patio subió una escalera para
dirigirse a la última habitación que era donde vivía la anciana. Se detuvo frente
a la puerta e hizo sonar una campanita que estaba al costado de la puerta. A
los minutos se escucho una voz diciendo ahí voy… Hasta que, con un chirrido de
la puerta, salió una anciana de tez oscura con el pelo blanquecino y con un ojo
medio tuerto.
Lo
vio a John y le dijo ahh ya veo es usted. Pase.
La
habitación era pequeña pero acogedora en las paredes había máscaras y amuletos,
a lo lejos una pequeña biblioteca, una cama y una mesita con unas velas.
La
mujer dijo:¿ Para que ha venido aquí?¿Tiene problemas con su esposa?¿Algún
amante?¿Mal de ojo?¿Empacho? No creo que sea fortuna lo que usted necesite.
El
hombre que se había informado bien con sus libros le dijo sabe creo que han
hecho un hechizo sobre mi, un hechizo vudú de amor y quisiera quitármelo creo
que es un Ayida-Wedo.
La
anciana, escucho la palabra y ,con una mueca en su boca, le dijo ah así que ese
era el asunto bueno en todo caso veremos que podemos hacer con eso.
Se
levantó de su asiento y con la ayuda de un bastón se dirigió a la biblioteca
donde saco un libro. Luego se volvió a sentar y lo puso en la mesa. El libro tenía
una tapa oscura, con unas letras en francés.
La
anciana dijo: así que Ayida-Wedo hechizo de amor, bueno vamos a tratar eso.
Saco unos inciensos, los prendió y , leyó unas palabras incomprensibles. Luego
le dio a Jhon un amuleto que era igual al de su empleada.
Mientras
hacía esto, John, miraba detenidamente el libro y lo que hacia la anciana.
Luego tomo el amuleto y le pregunto cuanto debía pagar por el trabajo. Ella respondió
que era gratis.
Jhon-
agradeció, pero antes pregunto: Sabe usted, he leído sobre esta magia y otras,
según el colgante que usted lleva puesto
usted es una bokor
La
anciana dijo-no necesariamente.
John-Sabe
he leído que hay un tipo de hechizos. Magia negra mas específicamente, una que controla
a las personas.
Anciana:
Si se refiere a los muñecos vudú yo no hago ese tipo de hechizos
John:
no, no me refería a eso me referia a uno que lo llaman polvo de muerto, dicen
que convierte a las personas en "isithunzela"
Anciana:
Con un tono de fastidio- Mire, yo no se qué vino a buscar aquí pero le daré un
consejo: no trate de jugar con esas cosas ya que puede abrir cosas terribles y
puede salir lastimado. Así que le pido que se retire
John enojado por la respuesta de la anciana, pero viendo el libro que tenía la señora, se retiró.
Sin embargo, a los pocos días, unos hombres entraron al
conventillo y robaron a la anciana, particularmente su libro, dos amuletos y
una máscara.
Esta
situación preocupó al dueño del lugar y enojado le dijo a la señora que empiece
a buscar un nuevo lugar porque ya no era bienvenida en él.
Paso
un mes de aquel encuentro, y el dueño del conventillo se apiado de
la señora y le permitió quedarse un tiempo más. Fue allí una mañana cuando nuevamente una
limusine con una custodia se detuvo en el conventillo y pregunto por la señora. Pero está vez se trataba de una mujer.
La
dama ingreso al conventillo y preguntó por la anciana. El dueño, asustado, pidió
disculpas por no haberla echado y que lo haría inmediatamente. La mujer solo quería
ver a la anciana así que el dueño le indicó donde vivía.
La
mujer subió las escaleras y sonó la campanilla. La anciana, asombrada, salió a
recibir a la dama. ¿Quién sería?
Era
la esposa del Sr. John Kingsday, quién al ver a la longeva mujer esta se
presentó.
Esposa
de Jhon: Hola vengo a agradecerle y devolverle algo que es suyo.
Anciana:
¿Agradecerme? ¿por qué?¿devolverme?
Esposa
de Jhon: Tome esto es suyo – le dijo y le dio el libro robado que era de la
anciana.
Anciana:
pero como, de donde sacó usted esto y como sabe que es mío.
Esposa
de Jhon: Sabe hace mucho que tiempo que mi esposo venia obsesionado con
quitarle la fortuna a su ex – competidor, la verdad nunca se por qué. La cuestión
es que hace unas semanas, empecé a notar un comportamiento raro en John con muchas
horas en la biblioteca. Sin embargo, una
mañana desperté y mi esposo no estaba durmiendo junto a mí, lo empecé a buscar
por la casa hasta que la servidumbre me dijo que el Sr. Estaba en la biblioteca
donde había pasado la noche.
Cuando
entre encontré a mi esposo sentado, con el rostro pálido, sin gestos y frente a
él una máscara, velas, dos amuletos y este libro. Me asuste al ver así a mi
esposo y llamé al médico. El cual me dijo que estaba bien de salud,
posiblemente tenía stress. Lo que no me convenció, lo notaba diferente, no era
él hasta que me di cuenta que si bien no era el hombre con el que me había casado
empezó a responder a mis órdenes de todo lo que le pedía. Como un sirviente de las más absolutas lealtades, lo que la verdad si bien al principio me generó cierto escozor,
luego me empezó a agradar cada vez más. Y así, desde ese día la relación con mi marido
se ha vuelto óptima.
Esta
situación me llevó a los pocos días a retomar aquellas cosas que estaba en la
biblioteca. Fue allí que mirando el libro, el cual estaba en francés, encontré
un papel con esta dirección. Y aquí estoy para agradecerle y devolverle su
libro.
Pero
también ya que estamos aquí me da curiosidad saber que le paso a mi marido.
La
anciana, miró detenidamente a la mujer y apretando los labios le dijo:
Bueno,
ya que esta todo hecho le diré. Yo le advertí a su marido que con la magia
negra no se juega. El busco un hechizo de "isithunzela", que no es otra cosa más que convertir en
zombis a las personas para controlarlas.
Su esposo, seguramente confiado de sus estudios pensó que con
el libro podía hacer ese hechizo. Pero lo que parece que no se dio cuenta es que
el libro esta en francés, pero la lengua original de la magia es Zulú. Es decir
solo sabiendo el idioma y el conocimiento de los boko se puede hacer un
efectivo control de la magia, ya que de no ser así puede generar un efecto
contrario o que se liberen demonios de todo tipo. Evidentemente lo que ha ocurrido es que
queriendo hechizar a su rival Jhon se convirtió en un zombi.
Realmente, no se cómo se puede deshacer ese hechizo pero creo
que debe haber una manera.
La mujer se quedo pensativa por un momento y luego dijo:
Esposa de Jhon: Ah así que un hechizo, bueno muchas gracias
lo tendré en cuenta, por si acaso. Pero por el momento creo que con John
estamos de maravilla. Así que bueno una cosa mas antes de irme.
La mujer, hizo unos aplausos y un hombre salió del coche que
estaba en la puerta, era Jhon que con unas llaves en las manos se paró al lado
de la mujer. La anciana, no entendía que pasaba.
Esposa de Jhon: Son las llaves de su nueva casa, creo que no
la quieren por aquí, tómela en agradecimiento por los servicios prestados. Y
bueno John también vino para agradecerle, desde que ha estado con su libro nuestro
matrimonio esta viviendo sus mejores épocas.
Y
así la anciana tomo las llaves, confundida pero también con cierta tranquilidad
por su nuevo hogar, mientras, retirándose, se subía a la limousine el zombie de
John Kingsday.
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