Por Jabond
Siempre, por las tardes que cae la primera luna nueva del mes, hago el mismo ritual y mis hijos suelen preguntarme ¿papá porque seguís haciendo y dejando esos
alimentos echarse a perder? y siempre, o casi siempre, me detengo a contarles el
por qué.
Eso fue haya por los años 30, cuando hace ya casi un año y medio que
la guerra había comenzado, recuerdo que fue algo inesperado que nos dejó estupefactos
todos. Esa mañana, sin entender por qué, el ejército Boliviano invadía nuestro
país reclamando suyo el Chaco, el Chaco Paraguayo.
Fue un horror para nosotros nuevamente enfrentarnos a esa tragedia
con todavía aun el recuerdo vivo de la guerra de la triple alianza, donde casi todos
nuestros hombres habían muerto, incluso niños con barbas de maíz, que se
aferraban a las botas de los soldados para no ser masacrados en aquella trágica
tarde en costa Ñu. Pero, aun así, vaya a saber por qué maldición, allí
estábamos nuevamente peleando.
Una guerra extraña, quizás como todas las guerras, donde veíamos la
escasa preparación, bueno de nosotros con lo que pudimos, unas armas, las que conseguimos: unos rifles, algunas pistolas y unos cuantos machetes. Mientras que ellos tenían
armas totalmente sofisticadas, pero que no las sabían manejar, no tenían ningún
tipo de adiestramiento. Tal es así, que era ya la tercera batalla donde varios
de sus muertos fueron a causa de sus propios disparos, mientras que otros
directamente huían ante nuestros ataques en desesperación de no saber qué
hacer. Pero también extraña porque incluso era muy difícil la conexión entre las
compañías de nuestros propios ejércitos como lo que ocurrió aquel verano,
cuando pasaron 12 días sin poder comunicarnos con el cuartel general o con
algún otro batallón y lo peor aún el calor nos estaba carcomiendo rápidamente y
sobretodo la sed. Una sed insoportable que, hacia arder la garganta, como si estuviéramos
tragando brasas, ya que había pasado un día desde que se nos habían agotado
nuestras reservas de agua y si aquella situación no cambiaba rápidamente íbamos
a morir, convirtiéndonos en esa gran masa de difuntos sedientos, creo, el arma más
letal para todos en este entuerto.
Fue así, en esa
circunstancia que, no recuerdo en que momento, pero por algún motivo, me encontraba
caminando, por el monte, cuando mi vista se nublo y quizás me desmaye por unos
minutos. Cuando me desperté, o más bien,
me despertó una sombra extraña, y recordé lo que sucedió. Estaba caminando
atrás de mis compañeros y de repente comencé a escuchar un silbido, que fue
pasando de ser molesto a ser adormecedor como si fuera una canción de cuna
hasta que me desvanecí. Cuando volví en
sí, volví a escuchar ese silbido de forma intermitente hasta que adelante de mi
había una sombra que comenzó a aclararse, no podía identificarla, parecía un niño,
un enano o un adulto, tenía los hombros levantados sin cuello y los brazos
largos, lo que fuera que era se encontraba frente a mi mirándome fijamente y
fumando un cigarrillo hasta que de repente me hablo y me dijo:
-
A ti te conozco, si te conozco
de algún lado..
-
De repente, escuchar esa voz
aguda que me señalaba y me decía que me conocía, me estremeció, ¿Qué sería aquel
hombre o criatura?, sentí peligro por mi vida no sé porque, si bien no parecía
fuerte, algo congelo mi sangre de miedo. Hasta que la criatura nuevamente hablo
-
Si si, te conozco, te he visto haya por la
campiña tú vives cerca de los arroyos, a las afueras de Sapucai, y además de
cosechar has sido un excelente productor de miel negra, la mejor que he probado
en mi vida, es más hasta más de una vez de tanto que he comido me quede dormido
en los barriles, un manjar imposible de olvidar.
-
De repente corto mi
conversación…
-
Así que tu padre, entonces de
ahí te he visto, bueno, así que vendía su miel en el mercado, bueno creo que es
justo que pague por los servicios que he tomado, además no vaya a ser que por
mi culpa deje de producir tan excelente manjar, ven sígueme
-
Pasaron unos minutos en soledad,
y de repente empecé a escuchar unas voces que luego me parecieron conocidas, y
pensé, son mis compañeros, ahí fue que me puse a gritar agua aquí hay agua y de
repente fueron apareciendo… aquí estas pensamos que habíamos muerto y milagro encontraste
agua y fueron corriendo a calmar su sed, si es todo un milagro , pero como
llegaron aquí, recuerdo que les pegunté.
-
Estábamos caminando y de
repente comenzamos a escuchar un silbido, pensamos que era el enemigo y que
debíamos seguirlo nos fuimos acercando hasta que el silbido se fue desvaneciendo
y comenzamos a escuchar tu voz.
-
Pero tu como encontraste este
oasis, la verdad que no se si fue una alucinación o que pero apareció una
extraña criatura, no recuerdo bien como era pero sí que le gustaban los
cigarros, la caña y la miel negra, ella me condujo hasta el agua y me ayudo a encontrarme
con ustedes. Si no fuera por ella estaríamos muertos. Recuerdo que nos reíamos mientras
disfrutábamos el oasis y el seguir vivos.
Ese día fue una de las cosas más extrañas que viví en mi vida, y que
me ayudaron a sobrevivir ya que tuve la suerte de poder volver a casa con vida.
La guerra duro tres años, tres largos años incluso la ganamos en el campo de
batalla, pero parece que aquella petrolera norteamericana responsable de la guerra,
así como aquellos ingleses eran muy poderosos, que perdimos nuestro territorio.
Mas allá de eso pude volver con vida y encontrarme con mi familia, y poder volver
a verlos, ver a mi padre nuevamente, estaba vivo con mi familia.
-Es así que
quizás lo más curioso fue una mañana levantarme y escuchar a mi padre rezongar,
maldición que animal tan maligno será de dios, todos los domingos de la primera
luna nueva se come casi un tonel de miel negra, maldito animal sinvergüenza, a
lo cual recordé lo que ocurrió en la guerra y le dije a mi padre bueno si es
algo malo, pero hay cosas peores…
- a lo que mi
padre me miro y dijo bueno tienes razón…
Ven yo te ayudo
y lo ayude con las cosechas y la venta. Y esa noche como cada noche de luna
nueva comencé a dejar en la puerta donde guardábamos la miel o en alguna
esquina de afuera de la casa un cigarrillo un poco de miel negra y una caña. La
cual cada mañana aparecía vacía la miel y la caña y fumado el cigarrillo,
siempre en agradecimiento a esa extraña criatura.
Incluso es el día
de hoy que mis hijos cada tanto me preguntan por qué cada, es repito el mismo
ritual y yo siempre les cuento la misma historia de cómo sobreviví en la guerra
y de aquel encuentro con esa criatura, que entiendo lector que sabe de quién se
trata, pero por si las dudas no lo conoce, le daré una pista comienza con Pom…
pero no se nombra.
IA
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