domingo, 27 de abril de 2025

La taba

 



Foto: Revisionistas.com.ar

 

Por Jabond

 

Era otra vez luna llena allá por las tierras de Rauch, Pedro iba en su caballo a toda prisa, otra vez ,encontrarse para los juegos. Eran tiempos de la casa de remates Bullrich donde muchos descendientes de españoles buscaban incrementar su fortuna apostando.

Para Pedro, ya era la décima quinta vez que ganaba y esperaba una nueva victoria. Sin embargo, esta vez, era diferente ya que había logrado encontrar un contrincante del cual, al obtener la victoria, se haría con una gran cantidad de tierras que lo harían un gran terrateniente comparable como los Alzaga y por tal motivo sería el último juego.

Otra vez, como era de costumbre, había salido sin avisarle a su familia, la cual siempre le reprochaban. –“Papa para que juegas. No es necesario más dinero con lo que tenemos pueden vivir hasta nuestros nietos sin trabajar”.

Aun así, para Pedro no era suficiente, quería mas y sabía que podía obtenerlo, es mas la mayoría de su fortuna la había logrado con el juego y esta vez no sería diferente. Confiado, ya que hace tiempo, luego de ese encuentro con una india, haya por el paraje el Gualicho en la pulpería de Las Flores, quien, en agradecimiento por haberla ayudado a escapar de unos oficiales y dado una bolsa con pan para comer, le obsequió un amuleto, un hueso de guanaco tallado. El mismo, tenía el poder de darle buena suerte a excepción, y por eso debería tener cuidado, de que se apareciera la luz mala. Esta, que para los pobladores no son otra cosa que almas en pena, tenía un efecto en el amuleto invirtiendo su poder, es decir de ser un amuleto de la buena suerte, se convertía en un amuleto de la mala suerte.

El amuleto, cumplía su poder a la perfección. Desde que se lo habían regalado no había perdido una sola apuesta, prestando siempre atención y para ello preguntaba a los pobladores y estaba atento ante cualquier ladrido especial de los perros o comportamiento extraño del ganado que advirtiera de la aparición de la luz mala.

Esa noche cabalgo desde Rauch en dirección al fortín de Tandil, pasada una hora a lo lejos se comenzó a ver unas fogatas, que indicaba que se acercaba al lugar de encuentro. Esa noche, a diferencia de otras veces estaba muy confiado incluso algunos pobladores habían dicho que se había aparecido la luz mala y, esta vez no le dio la mayor importancia. Ningún alma en pena podría quitarle el triunfo esa noche.

Al llegar fue ayudado a dejar su caballo, recibió con una ginebra de cortesía y espero unos minutos hasta que finalmente su contrincante hizo su aparición. Luego, jurado de por medio firmaron los papeles para la contienda, si bien iba dispuesto a todo en un principio decidió solo jugar algo, pero luego dijo es “todo o nada”.

La partida sería de truco y ganaría el que sacará 3 juegos de diferencia, de no ser así seguirían jugando hasta que se cumpla y el horario máximo era antes del amanecer.

Era una noche de luna llena, calma, donde el aire se hacía espeso y las luciérnagas poco a poco se iban apagando para irse a dormir. Frente al páramo había una gruesa arboleda, donde los pájaros dormían. Así comenzó la partida.

El juego comenzó de manera apasionante ante la vista de los pocos espectadores, la primera mano fue para Pedro y la segunda para el contrincante. Luego Pedro volvió a ganar y ganó otra vez, y cuando esperaba la victoria fue derrotado no una sino dos veces. Otra vez estaba en foja cero. Luego Pedro comenzó a perder, perdió una vez, y otra vez, traspiraba y estaba perdiendo la tercera partida. Perdería todo, así que metió la mano en su bolsillo y agarro fuerte el amuleto, en seguida recibió una flor de espadas, eso le permitió remontar la jugada y ganar esa partida. Volvió a ganar, estaba otra vez en empate y sacó ventaja. El tiempo parecía haberse difuminado y el cielo se había cubierto de nubes que ocultaban la luna. De repente se empezó a escuchar unos ruidos, que no se sabían de donde eran, hasta que se dieron cuenta que eran los pájaros. Ya eran las cuatro de la mañana el tiempo corría y no quedaba mucho mas para continuar con el juego. Continuaron un rato mas con un par de manos, pero seguían en empate. Así no habría un vencedor.

Entonces, el juez, dijo- hay que frenar la partida. De esta manera, no habrá ganador y aquí alguien tiene que ganar y el tiempo nos apremia. En estos casos nuestra asociación marca que debe resolverse de otra manera-.

Pedro y su contrincante se quedaron perplejos no entendiendo de que se trataba.

El juez dijo- en estos casos debe resolverse por “taba” -

La regla no convenció a ninguno de los contrincantes, pero ellos sabían que así eran las reglas y en caso de retirarse ambos perderían todo. Había que elegir “culo” o “suerte”.

Primero había que elegir qué cara le tocaba a cada uno. Para ello sacaron un mazo, lo dieron vuelta y cada uno sacaría una carta hasta sacar el 1 de oro. Quien lo obtuviese no se llevaría la suerte.

Comenzaron a sacar de a uno las cartas, hasta que una sonrisa se asomó en Pedro al ver que su contrincante sacaba el uno de oro y a él le tocaba la suerte. Todo era perfecto.

Así el juez procedía a tirar la taba. La tomo, y con fuerza la arrojo por el aire . La taba giraba y giraba hasta que en el cielo se dio vuelta y se dirigía hacia el suelo con la suerte que se clavaría en la tierra. El tiempo parecía pasar en cámara lenta, la sonrisa de Pedro se agrandaba cada vez más , pero de repente un rayo de luna se asomó en el monte y casi por arte de magia  y ,trágicamente para Pedro, la taba se daba vuelta y caía “culo”, con un tono rojizo que la cubría como si tuviera algo de sangre.

Pedro se agarró la cabeza y cayo arrodillado al piso. No lo podía creer, no entendía, como era posible, había perdido todo en un segundo. Luego de estar un instante anonadado levanto la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas, y vio a lo lejos una tétrica luz roja que desaparecía en el horizonte, cual alma en pena, mientras las primeras luces del alba se asomaban.

El juego había terminado y el final había sido trágico para el. Que haría, que le diría a su familia. Entre llantos y sin decir nada se subió a su caballo y partió. No sabía cómo decirle a su familia que debían abandonar la estancia, así que pensó en lo peor, en quitarse la vida y se dirigió a la Laguna Colorada. Al llegar a la misma, con su caballo, pensó en arrojarse y ahogarse en sus aguas. De repente una voz se escuchó a lo lejos diciendo no lo hagas. Era su hijo mayor Antonio.

Pedro, estupefacto, no sabía cómo decirle, pero Antonio, que se había dado cuenta, le dijo- está bien papá hemos perdido todo lo material, pero no lo mas importante que somos nosotros. Estamos todos y estamos juntos. Nos iremos de aquí y comenzaremos en otro lado. -

Fue así que luego de un abrazo, ambos subieron a sus caballos y volvieron a la estancia. En la misma, su contrincante ya los esperaba para cobrarse su victoria. Pero también su esposa y sus hijos con el equipaje ya hecho. Así, que casi sin mediar palabra subieron las cosas que pudieron llevar al carruaje que tenían en la estancia y partieron con rumbo desconocido en la Pampa. Al andar unas horas, Pedro metió su mano en el bolsillo y saco el amuleto.

Su hijo Antonio le pregunto- ¿que es eso papá?

Pedro miro a su hijo y con todas sus fuerzas arrojo el amuleto al campo y dijo- nada, algo de lo que nunca debí haber confiado ciegamente, las almas en pena por algo lo están.

Antonio no entendió a que se refería y Pedro dijo-Pero tenes razón, en algo tenemos suerte nos tenemos a nosotros y comenzaremos de nuevo en otro lugar.

Y así comenzaban su travesía a ese océano de pajonales y monte de la pampa Argentina para comenzar de nuevo dejando atrás la estancia, las apuestas, el pueblo de Rauch y las almas en pena que llevaban en el amuleto.

IA

 



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